Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 25

—Aunque esto me encanta, creo que me gustará más follarte, sobre todo con estas medias de rejilla y los zapatos de tacón de aguja que llevas. Es fantástico, pero quiero que pares. Le soltó los pechos y le apartó la mano del pene, apretándole un poco los dedos. —Tus tatuajes son muy bonitos. Esas flores que te caen por el hombro… Me gusta que sean en gris y negro, con ese juego de claroscuro. Son como mis dibujos al carboncillo. —Sí, esa era la intención —dijo ella, que apenas podía pensar con claridad. —Te daré la vuelta ahora para ver qué más hay por ahí. El deseo era un ser viviente que le serpenteaba por dentro. Quería que admirara sus tatuajes, que admirara su cuerpo. —Sí. Hazlo, Connor. Connor inspiró hondo y se esforzó por tranquilizarse para poder llevarla como quería. Le puso las manos en la cintura y las deslizó hacia abajo, hasta colocarlas en sus sedosas nalgas desnudas. La piel de esta mujer era increíble, ¡qué textura tenía! Le echó un último vistazo a sus pechos: eran de lo mejorcito que había visto, mullidos y con unos pezones de color rojo oscuro que le hacían pensar en su boca. Los tenía duros como una roca, un marcado contraste con su blanquecina piel. Le dio la vuelta y ella se dejó hacer. Notó cómo se entregaba y supo que sus orgasmos tenían algo que ver con eso. Que de haber intentado abordarla así antes de que se corriera, se hubiera resistido más. Le gustaba que funcionara. Su espalda era tan hermosa como sus pechos y su rostro; las suaves líneas y curvas de sus formas, la sinuosidad de la parte baja de su espalda. Sus nalgas redondas y en forma de corazón. La piel cubierta de una línea ondulada de flores de estilo japonés: crisantemos, lirios, flores del cerezo y del ciruelo y unas cuantas orquídeas diminutas. Hasta el mínimo detalle. Estaban dispersadas por su piel, desde el hombro derecho a la cadera izquierda, y luego se curvaban un poco por el lateral de la cadera y hasta la parte superior del muslo. Se lo vio cuando bajó hasta su sexo, pero entonces le distrajo demasiado su aroma —esa mezcla de mujer, perfume y deseo— para centrarse realmente en el diseño. Ahora tampoco conseguía centrarse demasiado, por mucho que quisiera. Quería comérsela entera con la mirada, conocer hasta el último centímetro de su cuerpo suave y perfecto. Era exactamente el tipo de cuerpo que prefería; con unas curvas redondeadas y hermosas. Carne a la que se podía agarrar; muchísimo mejor para darle unos buenos azotes. Se inclinó sobre ella, acercándose para besarla entre los omóplatos. Estaba tumbada completamente inmóvil con los brazos sobre la cabeza, lo que le excitaba de una forma curiosa. Siempre le había gustado la obediencia en una mujer, pero saber lo sumisa que era esta lo hacía aún más apasionante. Ella tembló al besarla. Fue solo un poco, pero lo notó. Volvió a besarla, con dulzura y sintió su escalofrío como respuesta. Lo hizo una vez más, y otra, bajando más la boca hasta que llegó a esa exquisita hondonada al final de su espalda. Le dio vía libre a la lengua y ella se retorció como respuesta. Él bajó más, la besó en el nacimiento de sus firmes nalgas y le dio un pequeño mordisco. —Ah, Connor… —Shhh. La besó otra vez y volvió a morderla. Notó cómo contenía la respiración, aunque permaneció callada. Obedecía sin chistar. Volvió a besarla a lo largo de la columna, poco a poco, disfrutando del dulce sabor de la suave piel en sus labios. Le apartó el pelo y vio los símbolos kanji tatuados en una hilera en la nuca junto con un pequeño abanico japonés negro y ámbar, hecho con un detalle exquisito en el nacimiento del cabello en la nuca, por encima del kanji.