Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 183

estamos de acuerdo en convertir 1st Avenue Ink en mi prioridad hasta que la tienda se haya consolidado. —¿Y eso significa…? —Eso significa que estaré aquí gran parte de los primeros seis meses, como poco. Dylan me dejará quedarme en su apartamento hasta que encuentre un sitio para vivir. —Quédate conmigo. Las palabras salieron de su boca antes de que él pudiera pensar lo que decía. Pero, en cuanto lo dijo, supo que era lo correcto. —Connor, ¿estás seguro? —Mischa dejó la taza sobre la mesita de noche—. Todo esto es tan nuevo. —Sí, estoy seguro. ¿Acaso tienes dudas? Ella le sonrió. —No, sobre nosotros, no. Un poco sobre mí, quizá. No seré estupenda con esto de la relación, ¿sabes? No tengo experiencia. Y no me gusta hacer nada si no lo hago a la perfección, así que será un poco complicado. Podría ponerme de mal humor. Connor dejó la bandeja encima de la cama, le agarró la cara entre las manos y la miró fijamente a los ojos. Unos ojos tan azules como el cielo de Dun Laoghaire. —No necesito que seas perfecta. Solo necesito que seas tú misma. Tú y yo siempre hemos vivido un poco como marginados. Lo hemos aceptado. Eso forma parte de la conexión, ¿no crees? —Sí. —Estoy convencido de que voy a cagarla con bastante frecuencia, cosa que podría ponerte de mal humor. ¿Puedes vivir con eso? —Me haría sentir mejor que no siempre yo lo hiciera todo bien. —Así pues —dijo levantando una ceja hacia ella—. ¿Vas a pensar en ello, por lo menos? Mischa alargó los brazos alrededor de su cuello y se aferró fuerte a él. —¿Debo entender eso como un «sí»? —Sí, definitivamente voy a pensar en ello. —Chica testaruda. Quizá deba azotarte hasta que te des cuenta del error que has cometido. Mischa se apartó para mirarle y tenía los ojos centelleantes. Preciosos. —En ese caso, quizá deba seguir siendo testaruda hasta que lo hagas. El teléfono de Connor sonó en la otra habitación y él refunfuñó. —Mierda. Tengo que cogerlo. Espero una llamada de trabajo. —Se puso en pie, y dijo por encima de su hombro—: Pero luego hablaremos de los azotes… Además, ¿cuánto tiempo crees que podrás seguir siendo testaruda? Te convertiré en mía, cariño. Mischa sonrió para sí misma mientras observaba cómo él salía de la habitación con la espalda arqueada y mostrando sus músculos. Prácticamente tenía que suspirar ante la pura belleza de ese hombre. Y era todo suyo. ¿No? Habían hablado de amor. De que él quería que viviera con él. Pero no habían hablado de compromiso. ¿Formaba parte eso de la oferta? O quizá no era así hasta que lo hubieran declarado. Dijo que quería convertirla en suya. Ella quería serlo. Quería demostrárselo. Apartó las mantas y cruzó la habitación desnuda hasta el tocador y, por primera vez, se dio cuenta de que había sustituido el dibujo en la pared por uno nuevo. Uno de ella. Se quedó boquiabierta. ¿Cuándo lo había colgado allí? ¿Cómo es que ella no lo había visto antes?