Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 180
Sí.
En lugar de esperar que él marcara el paso, que hiciera los primeros movimientos, tal y como ella
solía hacer en deferencia a sus papeles de dominante y sumisa, Mischa estiró el brazo y acarició sus
bíceps con las puntas de los dedos. Cogió la mano de Connor entre las suyas, dándole la vuelta para
poder recorrer las palabras en gaélico en su antebrazo interior:
«Nada puede entrar en un puño cerrado.» Mischa sabía que era una promesa que se había hecho a sí
mismo para ser mejor hombre de lo que creía que podía ser. Ya lo era.
Mischa llevó los dedos hasta su pecho, dibujó una larga y lenta línea hacia abajo, por encima de sus
abdominales marcados. Encantada por el escalofrío que recorría el cuerpo de Connor. Levantó la
mirada para observar su cara mientras le desabrochaba los pantalones, buscaba dentro y sacaba su
polla endurecida con la mano. Le encantó el débil gemido que se le escapó cuando ella puso la mano
alrededor del pesado tronco de su miembro.
—Ah, me estás matando, cariño.
—Todavía no…
Ella le sonrió mientras se ponía de rodillas. Sonrió cuando él gimió fuerte. Entonces, le acabó de
quitar los pantalones y se la metió en la boca. Al principio, solo la puntita, haciendo girar la lengua
alrededor de la cabeza del pene. Puso las manos en la parte trasera de sus muslos, notó cómo se
tensaba cuando ella se la tragaba toda. Se la chupaba fuerte, metiéndosela hasta la garganta, y él le
puso las manos en el pelo. No podía negar ya esa parte de ella que disfrutaba sirviéndole así. Le
encantaba el parqué duro bajo sus rodillas. Saber que, aunque le estaba sirviendo, el poder lo tenía
ella. Era una idea fuerte, esa y el dulce sabor de su carne en la boca.
—Si no paras, cielo, me correré —le advirtió Connor apretando los dientes.
Se la tragó más, mientras le ponía ambas manos en el culo.
Él se echó a reír y le dijo con voz ronca.
—Oh, no, no te atreverás.
Antes de que ella pudiera pensar en ello, él se arrodilló en el suelo, levantándola, separándole los
muslos y poniendo las piernas de ella alrededor de su cuerpo. Mischa sabía que él notaba lo mojada
que estaba por él, con el sexo abierto contra su estómago.
Él la movió y la empaló con la polla con una firme estocada.
—¡Ah, Connor!
Empezaron a moverse al mismo tiempo, mientras él la besaba superficialmente en el cuello, la
clavícula, el hombro. Sus caderas arqueadas al principio eran como líquidas, describían un
movimiento lento y ondulante. El placer la atravesó, quemándole las venas como un fuego
descontrolado, tan salvaje como la emoción que ya no podía controlar y que ya no quería controlar.
—Connor… Te quiero —jadeó.
—Te quiero, cariño.
Se detuvo por un momento, le agarró la cara entre las manos y la miró a los ojos.
—De verdad. Jamás pensé que lo sentiría tan fuerte.
Ella le sonrió, con la felicidad cubriéndola con un calor precioso y supurante como nada de lo que
hubiera sentido jamás. Se inclinó encima de él, colgó los brazos alrededor de su cuello y se quedaron
quietos durante un rato, en silencio, con los cuerpos unidos, simplemente, notándose mientras afuera
tronaba, mientras la sensación tamborileaba a través de sus cuerpos.
Al cabo de un rato, él le cogió la mano y se la llevó hasta los labios para besarla, con besos
diminutos y fugaces que la calentaban toda de nuevo. Ella besó su hombro musculoso, el lado de su
cuello y empezaron a moverse de nuevo, con la polla de Connor apretándola; al principio, con