Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 175

cambio entre tú y yo. O quizá lo que sentía por ti hizo que viera las cosas de otro modo. Pero un día fue como un puñetazo en la tripa. Siempre me he sentido así. Dañado. Y he construido mi vida alrededor luchando contra lo que pensaba que era inevitable. Pero no ha ocurrido. De hecho, sigo teniendo un carácter fuerte, es cierto. Pero no he perdido los papeles como le ocurría a mi viejo. Y, al final, de lo que me he dado cuenta es de que quizá tenga algo de mi padre, pero no soy él. Y lo que me lo ha hecho comprender eres tú. —¿Yo? No lo comprendo. —Todo lo que me has contado de tu madre. Tienes tanto miedo de terminar como ella —ese desastre inevitable—, pero eso ni siquiera es una posibilidad remota. Creo que todo el mundo puede verlo, excepto tú. Me ha hecho pensar. La bebida, la violencia son cosas que siempre he rechazado. Esa estupidez de dar golpes a la pared lo hacía porque era joven. Porque era idiota. Hace tiempo que lo sé. Pero la necesidad de controlar no es tan fácil de superar. Quizá es una costumbre. De momento, arraigada. —Se pasó la mano por el pelo, alborotándolo un poco, haciendo que ella quisiera estirar el brazo y arreglárselo—. Dios, no había hablado así en toda mi vida. —Quizá es hora de que empieces a hacerlo —dijo ella sin alterarse. —Sí, lo es. Lo estoy intentando, Mischa. —Había tantas cosas en esos ojos verdes. Emoción. Miedo, quizá. Esperanza. —Lo siento. Sé que lo haces. —Mischa aspiró, dándose un momento para digerir todo aquello. Y todavía tenía preguntas. —Connor, háblame de Ginny. Estabais casados y os divorciasteis. Pero jamás dijiste cómo te hizo sentir aquello, qué ocurrió además de que tú explotaras, con esos momentos estúpidos de golpear la pared que muchos jóvenes tienen. —No… —Sacudió la cabeza—. Escucha, esto es algo de lo que, para serte sincero, estoy un poco avergonzado. Pero ahora te lo diré. Jamás estuve enamorado de ella. Que es algo bastante asqueroso de decir de una chica con la que me casé. —Entonces, ¿por qué te casaste con ella? —Era una buena chica, una chica fantástica. Había venido a Dublín p \