Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 168

—Estaría tan contento por ti. Tú solo concéntrate en ser feliz, ¿de acuerdo? Dylan se sorbió la nariz. —Eso puedo hacerlo. —Sonrió—. Supongo que es obligatorio que la novia sufra un pequeño ataque. —Eso he oído —corroboró Kara—. Algo que deberé tener en cuenta. —¿Kara? —Dylan se volvió hacia ella, con los ojos abiertos como platos, y le cogió inmediatamente la mano izquierda—. ¡Oh, Dios mío! No has dicho nada y todas hemos estado demasiado distraídas para darnos cuenta. ¡Es precioso! Kara sonrió y dejó que Dylan y Mischa observaran el anillo de esmeraldas. —No quería robarte protagonismo. —¿Cuándo ocurrió? —quiso saber Dylan. —Ayer por la noche. Supongo que esto de las bodas es contagioso. Dylan la atrajo para abrazarla, y Mischa hizo lo mismo. —Felicidades —dijo a Kara, soltándola—. Has encontrado un tipo maravilloso, ya lo sabes. Estoy tan feliz por ti. Lo estaba. Emocionada por Dylan y ahora por Kara. Preguntándose si jamás volvería a encontrar la auténtica felicidad. Había creído que podía ser feliz sola. Viviendo su vida de la manera que escogiera. Dios, había sido feliz. Pero ahora, todo había cambiado… o quizá eso de las bodas era realmente contagioso. Se estaba comportando de forma demasiado sentimental. —De acuerdo —anunció Betsy—. Ha llegado la hora, señoras. Dylan encontró la mano de Mischa y la agarró mientras volvían a subir con el ascensor al piso de arriba. —Está ocurriendo de verdad. —Sí —contestó Mischa con una sonrisa—. Todo saldrá fantásticamente bien. Lucie estaba esperando cuando se abrieron las puertas del ascensor, y se produjo una leve agitación cuando Lucie, Kara y Mischa revolotearon alrededor de Dylan, alisándole el vestido, arreglándole el pelo, asegurándose de que las orquídeas engarzadas allí estuvieran bien fijadas. La música empezó a sonar, las primeras notas preciosas de la ópera Lakmé, en versión de Flower Duet. —Tú eres la primera, Mischa —susurró Betsy—, luego Kara y, finalmente, Lucie. Todas debéis colocaros a la derecha del oficiante, Mischa más cerca de Dylan. Dylan, tu saldrás en cuanto ellas hayan ocupado sus puestos. Mischa asintió, se quedó al pie del pequeño rellano de escaleras que conducía al Garden Court. —Y… ya —le dijo Betsy. Empezó a subir las escaleras, y casi deseaba tener un ramo de flores que sostener de modo que tuviera algo que hacer con las manos, que le temblaban. Vio las primeras piezas del museo de arte surasiático colocadas encima de los estantes más altos de las paredes del jardín, tallas intrincadas de madera y arenisca. Mientras subía las escaleras, vio las filas de invitados sentados, que le daban la espalda. Y, cuando llegó arriba, vio a Alec con el padrino, Dante, de pie al otro lado de la preciosa sala con el tejado de pizarra, el techo abovedado y paneles de cristal como un invernadero. Connor estaba junto a Dante. Verlo la dejó sin aliento. Estaba tan inmensamente atractivo con ese traje oscuro, la camisa y la corbata de color marfil. Tan sofisticado. Y la estaba mirando desde el momento en que los pies de Mischa habían pisado el escalón superior, incluso antes de que nadie más la hubiera visto. La miraba tal y como siempre lo hacía. Atentamente. Intensamente.