Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 163

—No me lo creo. —¿Qué eres? ¿Una vidente, Dylan? Solo porque no tuviera ganas de contestar el teléfono. —Se detuvo para ponerse la mano en el pelo. Volvía a ser un enredo, algo que jamás permitía que ocurriera, pero que había sucedido demasiado a menudo últimamente—. Dios, lo siento. Lo… siento. No pretendía ser tan desagradable. —No pasa nada. Solo cuéntame qué ocurre. —¿Sabes que Connor ha venido? —Sí, pero Alec no ha conseguido contactar con él, ni yo contigo. Lo he intentado en la tienda y Billy me ha dicho que no sabe nada de ti desde el viernes. De hecho, parecía preocupado, aunque intentara disimularlo. Y para que tú faltes al trabajo… O las cosas van muy bien o van muy mal. —No van bien —reconoció. No tenía ningún sentido que intentara disimularlo. Dylan lo descubriría por muchas excusas que intentara poner. —Ya lo intuía. ¿Qué puedo hacer? —Nada. —Se detuvo y suspiró. Intentó que el suspiro no se convirtiera en un sollozo—. Simplemente, tengo que superarlo. —Oh, cielo. —No. No pasa nada. Estaré bien. Puedo hacerlo. —¿Dónde has estado los dos últimos días? —preguntó Dylan con un tono cariñoso. —He estado aquí. En la cama. —¿Durante dos días? —Miró el reloj. Las nueve de la noche. De alguna forma, había estado allí todo el sábado y gran parte del domingo. Lo único que había hecho era estar tumbada en la cama y llorar, enfadarse consigo misma, deambular por el apartamento, volver a la cama y llorar un poquito más. En algún momento, había dormido. Mucho. Un hurra por la evasión de la realidad. —¿Mischa? —Lo siento. Sigo aquí. He estado durmiendo. Y compadeciéndome, si he de ser sincera. Pero se ha acabado, lo juro. Se ha acabado y me voy a rehacer y controlarlo todo. Vendré para ayudarte con la boda, lo prometo. No te voy a dejar tirada. —Me preocupas más tú. ¿Estarás bien cuando lo veas? Porque si no es así, no tienes por qué venir. Kara y Lucie me van a ayudar y, bueno, jamás sería lo mismo sin ti, cielo, pero si va a resultarte demasiado duro… Jamás te haría pasar por eso. —Dylan, jamás me perdería tu boda. ¡Jamás! Por favor, no te preocupes por eso. No te preocupes por mí. Sabré llevarlo. Juro que no permitiré que él cambie mi forma de vivir, y esto forma parte de ello. Una parte importante. —Jamás te he visto así. —Ni yo tampoco. Y ahora ya sabemos por qué no quería que esto me sucediera. Pero Dylan, no dejaré que pueda conmigo. De verdad. Estaré bien. Volveré a Seattle unos días antes de la boda y la prepararemos juntas. Tendrás la mejor boda de la historia. Y serás tan feliz… Las malditas lágrimas le quemaban en los ojos y le obstruían la garganta. —Oh, Misch. —No. No, no pasa nada. Me alegro tanto por ti. Era una mentirosa asquerosa. Lo sabía, Dylan lo sabía. Pero Dylan era lo bastante amable para hacer como si no se hubiera dado cuenta. —Muy bien, cielo. Pero ya sabes que estoy aquí por si me necesitas, con o sin boda. Solo porque me vaya a casar no significa que sea una flor delicada. Si quieres hablar de ello —y me doy cuenta de que ahora no quieres—, estoy aquí para lo que necesites. ¿De acuerdo?