Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 162

podía soportar la idea de que él había estado allí, en su puerta, y que ella le había permitido irse. Pero, incluso más, no podía soportar la idea de lo que podría haber ocurrido si le hubiera permitido entrar, hablar, dejar que las cosas fueran más lejos con un hombre que le importaba. Que amaba, ¡por el amor de Dios! Joder, era demasiado arriesgado. Y todavía estaba lo bastante cabreada para sentir cierta superioridad moral. La verdad era que él la había dejado, que se había escabullido aprovechando que ella dormía. A ella tanto le daba el estado en que se encontrara su relación, no necesitaba que la trataran como un polvo barato de una noche. Se merecía algo mejor que eso. Sí, así era. Sintiéndose un poco más fuerte, se puso en pie y volvió al cuarto de baño para empezar a peinarse. Él la había engañado. Todavía peor que si fuera solo un tipo con el que se había estado acostando. Pero después de toda la charla sobre qué significaba ser un buen dominante, todas esas tonterías sobre qué era la responsabilidad… Había utilizado ese argumento como le había apetecido para tener cierto control sobre ella, pero, cuando había llegado el momento de aplicarlo, mira qué había ocurrido. El cepillo se le enredó en el pelo y lo estiró con fuerza. —¡Ay! Sacudió la cabeza al ver su imagen en el espejo. No pensaba arruinar su pelo por culpa de ese hombre. No pensaba estropear nada: su pelo, su negocio, su vida. Así pues, estaba enamorada de Connor Galloway. ¿Y qué? Con el tiempo, lo superaría. Tenía muchas cosas en las que pensar. En dirigir su estudio. En la apertura de la tienda nueva. En la boda de Dylan. «Mierda.» La boda de Dylan. Connor estaría allí. Pues bien, simplemente, debería encontrar alguna forma de afrontarlo. Y para la boda todavía faltaban un par de semanas. Mucho tiempo para controlar sus intensas emociones. Se aseguraría de que, fuera lo que fuera lo que ocurriera —o no ocurriera— entre ella y Connor, no se interpusiera en el día de la boda de su mejor amiga. Le daba igual que le rompiera el corazón pensar en volverlo a ver. Le importaba una mierda que hoy la hubiera dejado hecha mierda, con el corazón roto en mil pedazos tirados por el suelo. Las malditas lágrimas volvieron a asomar y se rindió, dejó caer el cepillo y puso ambas manos sobre la encimera, dejando que cayeran. Jamás lo volvería a hacer. Jamás se arriesgaría a sufrir ese tipo de dolor. Jamás volvería a amar a otro hombre. No. P ܜ]YH[0X