Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 152

«Connor.» Podía ver su cara tras los párpados fuertemente cerrados. Casi era demasiado guapo si no tuviera esa tosquedad, la barbilla cuadrada, la mandíbula fuerte, y la cicatriz bajo el ojo que resaltaba su boca sensual, los párpados oscuros, los ojos verdes y dorados brillantes. Habría jurado que había visto emoción en esos ojos. Pero, si era así, ¿por qué se había ido sin decirle palabra? ¿Sin siquiera decirle que se había acabado? —Joder, Connor —refunfuñó. Se apartó, negó con la cabeza y se armó de valor mientras se apartaba el pelo mojado de la cara. No pensaba permitirlo. No sería tan terriblemente débil. No malgastaría su vida, ni un solo aliento, ni una sola lágrima más por ese hombre. Era peligroso. Lo había sabido desde el principio. Y no había hecho caso a sus propios instintos. Se había dicho que podía manejarlo. Había sido una mentira desde el principio. Era demasiado peligroso que se quedara en Seattle. No podía verle, no antes de que ella tuviera la oportunidad de rehacerse. Aunque aquello ahora mismo pareciera imposible. Reservó el billete de avión con el portátil. Era sorprendente lo rápido que uno podía comprar un billete de avión, preparar una huida rápida. Al cabo de pocos minutos, estaba tirando la ropa en la maleta y limpiando y empaquetando cuidadosamente el equipo de tatuar que había dejado fuera toda la noche. Menuda irresponsable. Pero eso era lo que él le provocaba. Le hacía perder la cabeza, hacía que no pudiera pensar. Y ese era precisamente el motivo por el que era tan peligroso para ella. Podía perderlo todo, distraída por culpa de él. Su negocio, su éxito, todo aquello por lo que se había pasado la vida trabajando en construir. Todo lo que le hacía sentir que valía para algo. Las cosas de su vida que la mantenían segura. Esperó hasta que llegó el taxi para enviar un mensaje de texto a Dylan explicándole que salía de inmediato para el aeropuerto, prometiéndole que regresaría a tiempo para la boda. Se sentía fatal por dejar a Dylan cuando solo quedaban pocas semanas para la boda y todavía quedaba tanto por hacer. Se sentía egoísta. Pero también creía que era una cuestión de supervivencia, llegados a ese punto. Sabía que Dylan lo entendería, pero no se veía con ánimos para hablar con ella. No se veía capaz de decir en voz alta por lo que estaba pasando. Tenía que salir de Seattle. Tenía que alejarse tanto de Connor como pudiera. «Connor.» El pecho se le hinchó por las emociones, todo mezclado en una bola de dolor afilada como una cuchilla: amor y rabia, miedo y una tristeza terrible y desgarradora. Amor. Amor… «Mierda.» Maldijo las malditas lágrimas que le brotaban de los ojos mientras el taxi circulaba hacia el aeropuerto. El sol se ponía, con el cielo gris iluminado con su pálida luz plateada, y, mientras salían propiamente de la ciudad y dejaba atrás a Connor Galloway, empezó a llover. Pero la verdad era que él la había dejado. La había dejado sola sin ni siquiera una nota, una llamada, un adiós. La había dejado con nada. Tuvo que apretar los puños hasta que las uñas cortas con esmalte rojo se le clavaron en las palmas; tuvo que apretar la mandíbula contra el dolor que la golpeaba como una pared. Contuvo las lágrimas, con la garganta dolorida, quemándole. No tenía ni idea de cómo iba a soportarlo. Casi tenía ganas de llamar a Evie y preguntarle cómo había sobrevivido a aquello. Pero sabía, por haberlo