Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 14

—Bueno, volvamos a estas negociaciones que has mencionado. —Mujer, ¿no crees que deberíamos esperar a que termine la fiesta? Tenía razón, claro. ¿Qué le pasaba? Era una conversación totalmente inadecuada mientras se suponía que celebraban la unión de Dylan y Alec. Pero se estaba yendo por las ramas, ¿no? Ella hizo un gesto con la barbilla y volvió a beber. Se sintió aliviada cuando Dylan se acercó a hablar un rato con ella y eso hizo cambiar el humor del ambiente. Le dejó tiempo para pensar y aclarar sus ideas. —Me alegro mucho de que hayas venido, Mischa. Hay miles de cosas por hacer. —No te preocupes, cielo; conseguiremos hacerlo todo. Estoy a tu entera disposición. —¿Estás segura de que no te importa quedarte en mi casa y que yo no esté? Es que… no quiero estar lejos de él. —Dylan agachó la cabeza, pero Mischa vio cómo se ruborizaba. —Sí que estás pillada, cariño —le dijo entre risas—. Ahora en serio, estoy acostumbrada a vivir sola. Y estaremos juntas cuando trabajemos en los preparativos de la boda. Al final de este viaje acabarás harta de mí. —Qué va —insistió ella—. Me alegro de que estés aquí. Necesito una mano derecha. Yo nunca he hecho estas cosas de bodas. —Yo tampoco, pero saldremos adelante. —Gracias, Misch. —Ningún problema. Llegó la cena —unas hermosas bandejas llenas de sushi, curry picante, fideos y arroz— y Dylan regresó a su lugar, donde le dedicó unos arrumacos a su futuro marido. Mischa se preguntó un momento si algún tío querría estar así de acaramelado con ella igual que Alec con Dylan, cuya devoción mutua era algo prácticamente palpable. ¿Por qué lo estaba considerando siquiera? Siempre había estado bien sola, como había aprendido la excéntrica de su madre finalmente, que supo que no necesitaba a ningún hombre para que su vida fuera plena y feliz. Su vida ya estaba bastante completa con el negocio, sus amigos, su arte y la escritura. Los hombres eran un pasatiempo agradable del que no quería prescindir, eso sí. Pero ¿algo más? No, eso no iba con ella. Había aprendido la lección mucho antes con la ausencia de su padre y tuvo la confirmación en el momento de la marcha del padre de Raine, cuando Evie estaba embarazada de ella. Estuvo cerca de Raine algunos años, pero siempre acababa dejando sola a Evie. Una vez tras otra, hasta que unos años atrás su madre tuvo una revelación sobre el valor de la independencia. No, se acabó, estaba mejor sola. Mucho mejor, de hecho. ¿Es que su éxito como empresaria no se lo había demostrado? —¿Pensando en las musarañas? —preguntó Connor con el grave timbre de su voz que la sacó del ensimismamiento. —Mmm, sí, eso creo. —¿En qué pensabas? Ella se volvió para mirarlo mejor. Tenía el rostro serio pero ¡qué guapo era! —Dudo que quieras saberlo. Él se encogió de hombros una vez más, recordándole su amplitud. Se detuvo para coger una pieza de sushi, que masticó pensativo durante un rato. —Tal vez sí quiera. Ay, Dios, y tanto que quería saberlo. Connor se dio cuenta de que quería saber exactamente qué le pasaba por esa hermosa cabecita. Quería saberlo todo de ella, y no tenía que ver con la investigación habitual que hacía de las mujeres con las que iba a jugar. Simplemente quería saberlo.