Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 137
—No pretendía hacer ninguna gracia. Lo decía en serio: siempre lo tienes todo controlado.
—¿Me estás diciendo que no te gusta?
—No. Ya sabes que sí. Y no me refiero solo al sexo y al juego de poder. Me gusta que seas alguien
que está al mando de su vida. Es como me gusta a mí llevar mi vida, también. De una forma
organizada y centrada en mi carrera.
—Ya. ¿Qué es lo que no me estás contando?
—¿Por qué crees que te oculto algo?
—Estoy bien preparado para leer entre líneas, ¿no es así? Y debajo de esa aparente primera capa
hay algo más.
Le brillaban los ojos a la luz de la lámpara. Eran escrutadores, como siempre, pero juraría que
había algo más en ellos.
—¿Eso no pasa con todo el mundo? —preguntó ella.
—Claro, pero a ti te pasa algo concreto ahora mismo.
—¿Y a ti no?
Se quedó callado un rato.
—Touché —dijo en voz baja.
A pesar de esa incómoda charla, era consciente del calor que emanaba su cuerpo. Por muy
desasosegada que estuviera —y tenía que reconocer que últimamente lo estaba demasiado a menudo—
eso no desaparecía nunca. Incluso ahora, con lo tenso que estaba él y hasta algo enfadado —del mismo
modo en que lo estaba ella—, notaba el fuego de su presencia hasta en los huesos.
—Connor, no quería… Joder, no sé qué estoy haciendo. Enfadándote… Cabreándote de esta forma.
—No estoy cabreado.
Alargó el brazo y le puso un mechón de pelo detrás de la oreja, lo que la hizo estremecer. Sus
miradas se encontraron; la suya era de un verde intenso por la luz de las farolas que entraba por los
ventanales. Leyó en ellos ternura y algo de crudeza. Tal vez quedara algo aún del enfado —o de lo que
fuera— en su mirada firme. La sorprendió cuando la atrajo hacia sí con fuerza, apretándole los senos
contra su pecho, y la besó. Volvió a sorprenderla cuando el beso fue tan intenso que la dejó sin
respiración.
Este hombre era pura contradicción, lo que la confundía y la tentaba al mismo tiempo. Pero en
cuestión de segundos, era incapaz ya de pensar en eso. O de pensar en lo que fuera, vaya. La desnudó
deprisa, con unas manos impacientes y sin despegar sus labios de los suyos. Le deslizó el vestido por
los hombros y luego hizo lo mismo con los tirantes del sujetador. Le acabó de bajar todo el vestido,
llevándose consigo también las braguitas. Siguió besándola, le bajó la cremallera de las botas, se las
sacó y la dejó ahí de pie con las medias puestas.
La besó una y otra vez mientras se desnudaba él y se detuvo un momento para pellizcarle los
pezones y darle un fuerte apretón en el trasero antes de quitarse toda la ropa. Cuando estuvieron los
dos desnudos, él la tumbó sobre los cojines y agachó la cabeza mientras la sujetaba con firmeza, con
una mano en el vientre y otra en el muslo, para abrirla de piernas.
Bajó más la cabeza y se puso manos a la obra, llevándose el clítoris a la boca y chupándolo fuerte.
—Joder, Connor. Dame un segundo para que… ah…
Con la lengua le trazaba círculos en el clítoris y notó que se le endurecía y se le alargaba a la vez
por la succión de su cálida boca.
Seguía asiéndola bien y cuando ella trató de cambiar de postura, la sostuvo con más tesón para
impedirle que se mov Y\