Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 125

atrás. Con la lengua la saboreó, tentándolo y jugando a la vez. Se metió toda la cabeza en la boca y empezó a chupar con fuerza, hasta que le doliera. Connor empezaba a respirar con dificultad, lo que le agradaba enormemente: le gustaba verlo tan embargado por el deseo y que ella fuera la causa. Se notaba el sexo húmedo, pero no iba a detenerse ahora. Siguió jugueteando: lamiendo por aquí, acariciándole con los labios por allá, rozándole los testículos con la mano e incluso hincándole ligeramente los dientes en la parte inferior del pene. Y entonces, al final, empezó a chupársela con la boca bien abierta, notándola hasta el fondo de la garganta. —Me estás matando, Mischa. Ella siguió succionando y chupando de arriba abajo, apretando con los labios mientras la lengua bailaba a lo largo de su polla dura. Empezó a masajearle un poco los testículos, con cuidado. Los movía con una mano mientras se ayudaba con la otra para acariciarle al ritmo que marcaba con la boca. Cuando él comenzó a mover las caderas, a acercarse más a su boca y su mano, supo que ya le tenía. Sabía que Connor había perdido el control o, al menos, que se había rendido. Se había rendido a ella. Mischa paró para chuparse un dedo que luego le introdujo en el ano. —¡Madre mía! Pero no se movió, se quedó quieto con la respiración aún más entrecortada que antes. Notó que apretaba el ano y le introdujo más el dedo mientras le chupaba la polla. —Ah… Cuando él intentó empujarle la cabeza hacia sí para guiar el movimiento, ella levantó una mano para indicarle que no lo hiciera. Connor cooperó y apartó la mano. Entonces se empleó a fondo, chupándosela hasta que empezaron a dolerle las mejillas y notó que también le estaba haciendo daño a él. Sabía que eso le gustaba. Le metía y le sacaba el dedo del ano, mientras le masajeaba la próstata. Con la otra mano le apretaba la base del pene. Los movimientos eran cada vez más rápidos y más fuertes. Mientras tanto, ella estaba cada vez más mojada, como si fuera su boca la que le produjera placer o tuviera sus manos encima. Sentía la intensidad de lo que le hacía a él y notaba su placer como si fuera suyo. —¡Mischa! Llegó al orgasmo entre temblores, bramando y gritando su nombre una y otra vez. —¡Mischa! ¡Joder, cielo! Mischa… ah… Notó cómo se le corría en el cuello y percibió el calor del semen. Siguió masturbándole hasta que estuvo segura de que le había sacado hasta la última gota. Para cuando terminó, ella estaba temblando tanto como él. Connor se sentó en la alfombrilla y la hizo tumbarse en el suelo. La alfombra era suave pero tenía los hombros en contacto con las baldosas frías. No obstante, era un contraste de lo más sensual por el calor que invadía su cuerpo. Se arrodilló por encima de ella, con el pene aún por fuera de los pantalones resplandeciendo por su saliva y algo de semen. Se notaba el pulso en el sexo y le dolían los senos de las ganas de que los tocara. —Ya sabes lo que quiero, Connor —le dijo. El subidón de antes la tenía aún algo aturdida—. Venga, házmelo. Él esbozó esa sonrisa tan suya. Entonces se puso de cuatro patas sobre ella y se inclinó un poco para darle un beso rápido en los labios antes de bajar. Empezó a lamerle los pechos, primero uno y después el otro, con unos lengüetazos largos y sinuosos. La piel de alrededor, de la parte inferior, las areolas y, por fin, los pezones, que cada vez estaban más duros. Se introdujo uno en la boca y luego el otro, fuerte; sus labios la estaban volviendo