Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 12

Él asintió. —Lo entiendo. Yo también soy artista, aunque de otro tipo. Ella le dio otro sorbo al vodka y se le acercó, intrigada. —¿A qué te dedicas? —Soy artista conceptual. Diseño videojuegos, algunos para el cine y la televisión. Naves espaciales, robots y cosas por el estilo. Ella se rio. —Es el sueño de cualquier niño. —Lo es, salvo que me deja muy poco tiempo para hacer mis proyectos. —¿Y de qué van esos proyectos? —Me gusta dibujar con carboncillo. —Pero no naves espaciales ni robots, ¿no? Él se encogió de hombros y vio cómo se le ondulaba la camisa oscura al mover los músculos de la espalda. —Los dos últimos años he estado más interesado en la anatomía humana. He empezado a hacer piezas eróticas. Ella sonrió. —El sueño de cualquier adolescente. Él asintió. —Cuando tengo tiempo, claro, que precisamente es lo que empiezo a tener ahora. Estoy en un punto en el que puedo empezar a seleccionar qué contratos aceptar. Tienes suerte de ser tu propia jefa y de gestionar tus horarios, aunque me imagino que llevar el negocio supone mucho trabajo. —Pues sí, pero tengo un gran equipo y eso ayuda. Y me encanta, además. Poder abrir el estudio fue uno de sus mayores logros; mayor, incluso, que sacarse la carrera de Artes Plásticas. Su negocio lo era todo; era lo único en su vida que sabía que había hecho bien. —¿Qué opina tu familia de que hagas tatuajes para ganarte la vida? —preguntó él. —Mi hermana pequeña, Raine, es… distinta. Es profesora de inglés en la universidad y está casada con un profesor de matemáticas. Me ha apoyado bastante, a su manera, aunque creo que no me entiende demasiado. Evie es un espíritu libre, también es artista, así que le encanta la idea. —¿Evie? ¿Otra hermana? —Mi madre. —¿Y llamas a tu madre por su nombre de pila? —No era el primero que se lo preguntaba. Ella se echó a reír, pero esa carcajada se le quedó algo atorada en la garganta. —Si conocieras a Evie… en realidad nunca ha sido la madre de nadie. ¿Por qué había dicho eso? Seguro que Connor no quería escuchar esa historia lacrimosa sobre su madre excéntrica. Él se quedó callado durante un rato sin dejar de mirarla. Mischa sacudió la cabeza, algo desconcertada. —¿Cambiamos de tema? —propuso él. —Sí, claro. ¿Y qué me cuentas tú? ¿Tienes familia aquí? —No, estoy solo. Mi familia, mi madre y mis hermanas, Molly y Clara, están en Dublín. Intento ir una vez al año a verlas. —¿Qué te trajo a Estados Unidos? ¿Viniste aquí a trabajar? Entonces fue él quien se quedó callado. Volvió a encogerse de hombros, pero el gesto no era tan natural como antes.