Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 103

menos, pero no sabía cómo decírselo. No sabía cómo tirarse de cabeza desde tan alto. —Yo he llegado a la misma conclusión, más o menos —dijo ella esquivando un poco la cuestión—. Y me gustaría volver a verte. ¿Me avisarás cuando estés en Seattle? —Cuenta con ello. ¿Qué planes tienes mañana? —Voy a ver al del cáterin con Dylan y Lucie para acabar de concretar el menú. Después, Greyson y yo hemos quedado con el abogado. —¿Cuándo habrás acabado con los compromisos? —Seguramente hacia las cinco. —Pues te recojo a las siete. Ahí estaba otra vez ese aire de autoridad que a ella le encantaba y con el que era tan receptiva. Incluso ahora le empezaba a arder el cuerpo de las ganas con solo oír su voz y su firmeza. —¿Dónde vamos? —preguntó ella, enrollándose un mechón de pelo en un dedo. —A cenar y luego a mi casa. —Suena genial. Pues entonces nos vemos mañana. Colgaron y se encontró sonriendo. «No seas idiota.» No era la primera vez que se decía eso desde que conociera a Connor Galloway. Probablemente no sería la última vez. Sin embargo, le gustaba dónde estaban; dónde les había llevado esta conversación. Se metió bajo la manta, se hizo un ovillo bajo la sábana y alargó el brazo para apagar la luz, pero no podía dormir. Estaba demasiado nerviosa tras la llamada de Connor, lo que no era nada bueno teniendo en cuenta la larga jornada que le esperaba a la mañana siguiente. Pero la verdad era que tenía el cuerpo igual de activo que la mente. Oír su voz y pensar en verlo había aumentado el calor que empezó en el momento en que lo conoció y ahora hervía con fuerza. El calor le corría por las venas y el sexo. «Lo necesito.» Masculló. No podía esperar a mañana por la noche. Ahora no podía dormirse con este deseo que la recorría entera como si la hubiera besado y tocado en lugar de simplemente hablado con ella por teléfono. Era por su voz. Esa voz tan sensual con acento irlandés; tan profunda y masculina. También le resultó atractivo que pareciera algo inseguro al principio de la conversación. E incluso más al final, cuando cambió a ese tono autoritario natural. Le recordó inmediatamente el modo en que la sujetaba cuando hacían el amor. La manera bruta y descarnada en que la trataba… Se pasó las manos por el vientre, se acarició los pechos y se rozó los pezones con los pulgares. Estaban duros. Los pellizcó un poco y le sobrevino una oleada de placer. Lo hizo otra vez, más fuerte; le dolió y el sexo se le humedeció de repente, solo por el dolor. Eso y la imagen en su cabeza de Connor haciéndoselo con sus manos grandes y expertas. Suspiró y bajó una mano despacito hasta sus muslos. Estaba empapada; deseosa. Quería más de lo que su mano podía ofrecerle. Se dio la vuelta en la cama, abrió el maletín y sacó el vibrador más grande: un falo de color carne hecho de una silicona con textura parecida a la piel. Era como un pene de verdad salvo que producía una vibración muy fuerte. Era exactamente lo que necesitaba. Tardó un momento en encontrar un enchufe detrás de la mesita de noche para conectarlo —los vibradores tan fuertes no eran inalámbricos— pero al final lo localizó. Se quitó el camisón por la cabeza antes de tumbarse en la cama con el gran vibrador entre las piernas. Cerró los ojos y se recreó con imágenes de Connor: sus grandes manos, su cuerpo desnudo lleno de músculo, su exuberante boca. Recordaba incluso su sabor, el tacto de sus manos en la piel y el dulce