Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 101

tranquilizante—. ¿Dylan? ¿Crees sinceramente que esto significa algo? —A ver, ¿a qué te refieres con «esto»? —Me refiero a que me molesta que Connor se haya marchado de la ciudad así, de repente. Porque de haber sido otro tío, seguramente estaría demasiado ocupada con mis cosas para darme cuenta. Me gusta así. Y no me gusta tener, así de repente, tanto tiempo libre, aunque esté aquí echando una mano con la boda y montando un estudio nuevo con Greyson. No lo sé. Tal vez el factor tiempo sea un problema. Tal vez estoy pasando demasiado tiempo con él. Y, oye, ¿crees que hay algo más en esto del viaje que no me ha contado? Teníamos planes para mañana por la noche y ahora ya no sé si sigue en pie o qué. Volvió a resoplar. Estaba perdiendo la razón. —Pues en cuanto a él no lo sé, Misch. Los hombres siguen siendo un misterio para mí. Apenas he conseguido descifrar a Alec, aunque lo conozco más de lo que él quiere reconocer. Pero a ti sí te conozco y diría que sí significa algo que le dediques tanta atención a Connor. Es impropio de ti. —Tendría que dejar de verlo —murmuró Mischa, absorta en el té. —¿Eso crees? —¿Qué otra cosa puedo hacer? —Quizá debas relajarte y disfrutar de él mientras estés aquí. —Si es que quiere seguir viéndome cuando vuelva. —Querrá verte —le aseguró Dylan. —No lo sé… —Venga ya, ¿qué hombre no querría? Siempre has sido de las que escogen y lo sabes. Ella trató de sonreír, pero en la cabeza le rondaba la desconcertante idea de que el tío que quizá no quería nada era precisamente el que ella quería. Al que quería de verdad por primera vez en su vida. Tres noches más tarde, el teléfono móvil la despertó. Le echó un vistazo al reloj a la vez que cogía el móvil de la mesita. La una de la mañana. ¿Quién debía de estar llamándola? Respondió sin tratar siquiera de abrir los ojos lo suficiente para mirar la pantalla. —¿Sí? —Mischa, soy yo, Connor. Sé que es tarde. Le dio un vuelco el corazón y se le activó el cerebro a marchas forzadas. «Connor.» —No pasa nada. No llevo mucho rato dormida. —Era mentira. Sí que pasaba. No era por el hecho de haberla despertado sino porque todo eso no estaba bien en aquel momento—. ¿Dónde estás? ¿Ya has vuelto? —Sigo en San José. Vuelvo mañana. Oye, siento haberme largado así sin darte ninguna explicación. —Pensaba que ibas a trabajar. —Eso he hecho. —Se quedó callado un rato y lo oyó respirar pausadamente al otro lado de la línea —. Pero también me fui para escapar. —Vaya, eso sí que da ánimos. —Estás enfadada y no te culpo. —No estoy enfadada. Solo… molesta. ¿Cómo podía reconocerle que estaba cabreadísima por no haberla llamado antes siquiera? Podría haberle enviado un mensaje al móvil, por lo menos. Sin embargo, no podía reclamarle nada. No tenía