Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 10
—Haremos tartaletas variadas. Espera a ver lo que tengo pensado. El miércoles haremos una
prueba.
—Mmmm, ¡qué bien suena!
Le pirraba el azúcar. No era una chica de dietas: le gustaba demasiado la comida y estaba a gusto
con sus curvas. Pero ni siquiera la idea de probar distintos tipos de tartaletas conseguía que se olvidara
de la imponente presencia de Connor Galloway mientras Dylan le presentaba a sus amistades,
alrededor de la mesa.
Él no las estaba siguiendo exactamente, pero tenía la sensación de que la miraba. Cada vez que
levantaba la vista —cosa que hacía con mucha más frecuencia de la que le gustaría reconocer—lo
sorprendía mirándola. Daba igual en qué parte del salón estuviera, apoyado sobre la mesa o hablando
con alguien. Tenía una mirada oscura y penetrante. No estaba segura de qué quería, pero estaba claro
que iba detrás de algo. Era algo más que deseo, porque eso no le costaba reconocerlo. No era tímida y
agradecía ese deseo si venía del hombre adecuado, claro. Sabía cómo encararlo. Notaba su deseo, pero
había algo más…. como una curiosidad que le llamaba muchísimo la atención y que la obligaba a
mirar.
Claro, eso debía de ser. Tenía que ser otro dominante. Aunque ese aire prepotente le hacía gracia
cuando provenía de otros hombres chulescos que había conocido, la mirada directa de Connor le hacía
sentir… una cierta calidez por todo el cuerpo. Era como si se derritiera, como si las rodillas no
consiguieran sostenerla.
«No seas tonta.»
No era más que un hombre; un hombre dominante. A muchos de los dominantes se los merendaba
sin problemas así que no estaba dispuesta a ceder ante el arrebatadoramente sexual Connor Galloway.
Madre mía, ¡qué atractivo era!
Suspiró, se colocó un mechón detrás de la oreja mientras Alec le apartaba la silla. Le dio las gracias
y se sentó a la larga mesa. Pero se le cortó la respiración al ver que Connor se sentaba a su lado.
—Seremos compañeros en la cena —le dijo.
Fue un comentario la mar de normal, pero a ella le pareció que tenía mucho significado. Como si
quisiera decirle algo más con eso de sentarse junto a ella durante la cena.
Estaba leyendo demasiado entre líneas con este hombre. Seguramente se debía al cansancio del
largo viaje desde San Francisco. Eso o que hacía demasiado tiempo que no echaba un polvo.
¿Haría ya unos dos meses?
—¿Quieres que te pida algo de beber? —le preguntó—. No estás tomando nada.
—Ah… sí, me apetece beber algo. —Tal vez eso le viniera bien para tranquilizarse y recobrar la
compostura—. Pues un poco de sake frío. Aquí tienen una buena selección.
Él arqueó una ceja.
—¿No quieres nada más fuerte?
—¿Por qué crees que me apetecería algo más fuerte?
Se le acercó un poco y ella captó las notas de su colonia, junto con la mezcla de lluvia y de algo
más oscuro.
—Me das la impresión de ser una mujer fuerte que quizá necesite una bebida más fuerte después de
tu largo viaje. —Esbozó una sonrisa cálida que a ella se le antojó contagiosa.
No pudo evitar reírse.
—Pues tienes razón, me iría bien algo más potente. ¿Qué te parece un vodka con hielo?
—¿Grey Goose?
—¿Por qué no?