Juan Abreu
Diosa
Quien haya llegado hasta aquí tiene un corazón fuerte, una mente
libre y un espíritu curioso.
Agradezco la compañía.
Ésta es mi aventura. La crónica del viaje hacia mí misma, hacia
la libertad.
Se habla mucho de la libertad en términos abstractos; pero la
libertad es lo que cada uno de nosotros se atreve a hacer de ella. Día
a día, minuto a minuto. La libertad es madre de una nueva realidad.
Una realidad superior, nutriente y candorosa. Una realidad difícil, pero
alcanzable.
A partir de la noche en que tuvo lugar la sesión terminó mi
correspondencia con Maestro Yuko. Ya no resultaba necesaria, pues
nuestro contacto se hizo personal.
Necesité tiempo, semanas, meses, para digerir, para convertir
en sustancia alimenticia lo acontecido. Extensas charlas con mi
Maestro resultaron muy útiles. Cuando concluyó el proceso, sentí
habitar en mi interior una fuerza nueva.
Veo a Maestro Yuko con frecuencia. No ha vuelto a convertirme
en obra de arte. Quizás la mía haya sido su última obra. Ahora me da
clases de pintura. Continúa siendo mi Maestro, además de un gran
amigo.
Es la persona más humilde, sabia, generosa y tierna que
conozco.
He mandado enmarcar mi primera acuarela. No quedó tan mal.
Poseo cierto talento, eso dice mi Maestro. Ahora me atrevo con
retratos femeninos, al estilo de nuestro admirado Kitagawa Utamaro.
Hasta el momento, mi «obra maestra» es mi autorretrato.
Maestro le ha encontrado sitio en su habitación, lo que me llena de
orgullo.
En verano, escapamos a las montañas. Los paisajes del Pirineo
leridano transportan a Maestro Yuko a los parajes de su infancia. A
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