Literatura BDSM Diosa ( Juan Abreu ) | Page 91

Juan Abreu Diosa ¿Qué siento? Inocencia. Soy la Diosa de la Inocencia. Una embriaguez espesa se apodera de mis sentidos. No obedece a causas externas, es un estado de éxtasis propiciado por la entrega, por la libertad. Dejo de sentir la presión de las cuerdas. Mi lengua crece, soy una lengua. Una medusa hambrienta. Un animal desbocado. En cierto momento, estoy segura de flotar. Levito, adorada por el mundo, por las multitudes. ¿Qué ha sido ese líquido que ha salpicado la tarima? Brotó de mi interior, a chorros, como la corrida de un hombre. No sé por cuánto tiempo permanezco expuesta. Los invitados, después de dedicarme durante un rato su atención, de felicitar a Maestro Yuko y darle muestras efusivas de su admiración, se dedican a beber y a conversar. Se trata de un ágape elegante, refinado. Soy un adorno, la pieza de arte que preside la exquisita reunión. Pero que ya no acapara de manera totalizadora el interés. Una de las Sumisas anuncia que la cena está servida. Todos abandonan la estancia. Durante un largo intervalo, llegan murmullos de conversación, tintineo de copas y cubiertos, alguna risa. A través de las lágrimas que anegan mis ojos veo un resplandor que asoma por la puerta que da al comedor: las figuras veloces de las Sumisas que de tanto en tanto atraviesan el espacio cargadas de fuentes y bandejas. Las ataduras emiten un crujido ronroneante. Floto. En una ocasión alguien, ¿Maestro?, examina mis extremidades, afloja ligeramente un lazo, modifica el ángulo en que una cuerda oprime el muslo. Floto. Soy un pájaro, un pez volador, un centauro al galope, un objeto precioso enterrado en las profundidades marinas. Un alpinista en la cima de la cumbre más alta. Soy la meretriz reina que escapa de palacio para fornicar con los marinos borrachos. Soy una alegría primigenia, una fuerza subterránea, un fauno montando ninfas en lo profundo del bosque. Soy el ejército invencible ante las murallas de Página 91