Literatura BDSM Diosa ( Juan Abreu ) | Page 90

Juan Abreu Diosa el pie libre en el suelo, pero sólo un momento: el torso y las caderas se despegan otra vez de la tarima. La pierna que no está atada al cuerpo se eleva. Me hallo suspendida a más de un metro del suelo. Formo un arco. Todas las cuerdas se tensan; por un instante, estoy convencida de que mi humanidad va a estallar, a partirse en mil trozos palpitantes. Trozos que caerán sobre la tarima. Maestro devorará los pedazos más exquisitos, antes de exhortar a sus invitados a compartir tan delicioso manjar. ¡Descuartícenme, cómanme!, clama mi cuerpo. Las sombras se apoderan del salón. Excepto un pequeño reflector que me ilumina. Llega el orgasmo. No lo oculto: lloriqueo, gimo, bramo. Enseño los dientes como un caballo al que examinan en una subasta. No es mi voz lo que se abre paso a través de la niebla espesa que me envuelve, es un desgarro de loba en celo, de yegua penetrada. Un alarido de criatura en perfecta comunión con sus vastedades. Trato, al mismo tiempo, de permanecer inmóvil. Intuyo que eso es importante para mi Maestro. Siento a Maestro Yuko latir dentro de mi cabeza como una presencia indiferenciable de mí misma. Somos un mismo líquido, descargas químicas, electricidad, amaneceres. No lo escucho, pero sé lo que quiere. Él, por su parte, me conoce como si yo hubiera salido de su vientre. Un murmullo de admiración brota de los presentes. Mi frente apunta al techo, no puedo verlos, pero puedo sentir que se han acercado para contemplar a gusto la obra de arte de Maestro Yuko. Una mezcla de excitación sexual y estética, una armonía musical llena el ambiente. Puedo sentirla con absoluta claridad. Penetra en mi garganta como un árbol candente. Recorre mis intestinos como el tañer de una campana milenaria. Todos se agrupan alrededor de mi cuerpo desplegado como un artefacto de diseño, como una escultura fabulosa, como el producto de una habilidad milagrosa y prohibida. Como una puerta mitológica. Como un ave de fuego. Los japoneses intercambian frases en su idioma. También escucho palabras en castellano, en catalán. Nadie me toca. Sus voces me acarician el alma. Quiero ser las baldosas que pisan, la luz que los alumbra, los cojines sobre los que se sientan, el aire que entra en sus pulmones. Mi sexo escupe contra la tarima. Página 90