Literatura BDSM Diosa ( Juan Abreu ) | Page 85

Juan Abreu Diosa que dura más de un minuto, sin que medie ningún tipo de aviso, arriban un par de bofetadas: firmes y contundentes. Propinadas por manos diestras. Eso te ayudará, afirma la Sumisa, en castellano; tiene una voz dulce y la imagino joven. Mi rostro arde. Mis labios se abren anhelantes. Puedes llorar si lo deseas, añade. Se me escapan algunas lágrimas. A partir de ese momento, los acontecimientos suceden en el interior de una corriente tibia. Mañanas luminosas en el parque de la Ciutadella de manos de mi madre, el sabor de los bocadillos caseros, el brillo del sol contra un cielo pintado, manos protectoras sobre mi cabeza, el sabor del sudor y el rubor en mis mejillas; la oscuridad acaramelada bajo la manta en una noche invernal. El anaranjado resplandor del fuego. El aleteo del viento contra el cristal de la ventana. Navego sumergida. El tiempo se ha encorvado, forma un tubo flexible y tierno por el que me desplazo a gusto. Aplastada contra un muro de la escuela, un chico hermoso y torpe pega sus labios contra los míos por primera vez. Su lengua. Mis pezones, recién hinchados, duelen. Dientes, paladar, papilas gustativas. La luz hace rizos en la cabeza de mi padre que conduce el coche, yo voy sentada detrás, junto a otras niñas, y no puedo apartar la mirada de la luz que circunda su cabeza. Quiero que mi padre me toque, que me estreche contra su pecho. Olerlo. El paisaje corre veloz y es verde y el aroma de los pinos. Respiro inocencia, seguridad. Las paredes del tubo del tiempo son traslúcidas, iridiscentes como las alas de una libélula; las atravieso en una u otra dirección. Viajo. El tubo del tiempo es inmenso y mullido. Veo millones de personas que también navegan. Familias, amigos, amantes. Ríen, son felices. Los niños son siempre niños, nada se pierde. La escena transpira serenidad. Seguridad extrema. Me guía una sensación de plenitud nunca antes experimentada. Siento una ardentía en el vientre, no muy aguda, que no alcanza a borrar el deleite de tenerla dentro. Empuja. Sangre, me parte, me desfonda. Aferro el cuerpo adolescente, la espalda tensa las nalgas duras y abro las piernas como nunca antes. Cabellos rubios. Olor a vainilla. Saliva ardiente. Quiero que me traspase. Que me llene. Se corre, yo no. Esfínter. Desde la cocina llega el perfume de un guiso; es una mañana de domingo y vemos la tele. Por la ventana entra una brisa amarilla. Mi madre es un deseo irrealizado. El tubo del tiempo es un regalo, una visión. Huele a leche. ¿Estoy despierta? Sí, de una manera superior, lo estoy. Página 85