Juan Abreu
Diosa
Me llamo Laura Valero y tengo el coño peludo. Digo esto con total
candidez. Como podría decir: tengo los ojos verdes, o mis piernas son
largas y fuertes. O soy muy inteligente. ¿Por qué no estar orgullosas
de la cantidad de vello de nuestro pubis? En caso, claro, de que nos
resulte placentera esta particularidad. Yo estoy muy orgullosa de la
exuberancia capilar de mi entrepierna. ¿Por qué no puedo usarla
como carta de presentación?
¡Qué mullida y frondosa! Es una selva en la que perderse.
Hundo la mano en ella y me siento como un gran explorador... David
Livingston, Alexander von Humboldt. O, mejor, como una gran
exploradora... Isabella Bird Bishop, Lady Florence Baker.
Me gusta mi coño; quiero decir su dibujo, su protuberancia un
tanto agresiva, su aspecto de cefalópodo agazapado. Y mis pechos. Y
mis nalgas.
¿Por qué no decirlo?
Todo lo referente a mi cuerpo y a la sexualidad de mi cuerpo
me parece ahora natural.
Y así lo digo, naturalmente. No hay nada que ocultar.
No sé qué es la vida para ti, querida lectora, querido lector,
pero para mí es algo que se mastica y se abraza, que se vive con el
alma, sí, pero también, y fundamentalmente, con la piel, los huesos y
las entrañas.
La vida es algo que nos dice: ¡atrévete!
Lo aprendí de mi Maestro.
Meses atrás yo era diferente. De eso trata esta historia.
Lo antes dicho no significa que sea procaz ni promiscua. Más
bien soy tímida, de espíritu y costumbres moderadas. Posiblemente
me he acostado con menos hombres, y por supuesto con menos
mujeres, que la mayoría de las lectoras de este libro. ¡Bravo por ellas!
El número de mis compañeros sexuales no es mayor porque me
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