Juan Abreu
Diosa
De: [email protected]
Para: [email protected]
Enviado: Sábado, enero 18, 2003, 9:38
Mi muy querido Maestro Yuko, Amo ha hecho uso de las bragas
de Andrea. Pasaban los días y, francamente, pensé que no tomaría
ninguna iniciativa al respecto. O que yo no formaba parte de sus
planes, fueran los que fuesen. Pero el alma de mi Amo es perversa (lo
digo embelesada) y anoche me llamó a su presencia en ese tono que
indica que estamos en sesión. Imaginaba que sucedería porque el día
transcurrió entre charlas acerca de sumisión, dominio, fantasías: son
temas que nos excitan mucho.
Pensé que me ataría, y ya iba metiéndome en el papel,
mientras me encaminaba a la mazmorra. Pero esta vez Amo tenía
planes muy diferentes. Lo encontré desnudo, repantigado en un
asiento, masturbándose. Tenía apretada contra la cara las bragas de
Andrea.
Tuve que arrodillarme entre sus piernas y sustituir su mano por
una de las mías. Él se concentró en oler mientras yo le hacía la paja.
Lentamente. Disfruto haciéndolo. Otorga una enorme sensación de
poder. Es como tener al varón agarrado por el alma y disponer de ella
a tu antojo. Después de chupársela, es la manera más completa de
poseer a un hombre.
Cuando recibía la correspondiente orden, depositaba en el
glande la mayor cantidad de saliva posible, y continuaba con mi
tarea.
Así estuvimos hasta que Amo alcanzó el orgasmo.
En ese punto, creí que todo había acabado. Pero no. A
continuación, Amo dio a conocer nuevas órdenes.
Yo tendría que hacer exactamente lo mismo que él.
Al escuchar sus palabras se me estrujó el estómago. Dudé, pero
Amo acudió en mi ayuda. Para facilitar la inmersión me cubrió los ojos
con una venda, ató mi brazo izquierdo a la espalda, y me asestó
algunas bofetadas. ¿Cuatro? ¿Seis?
Funciona.
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