Juan Abreu
Diosa
en Osaka. Ofrecen un pequeño ágape en honor de la pareja de
Barcelona. Entre los invitados, hay dos Amos. Los ha llamado T. a
petición de Amo (marido). Quieren saber si soy digna de una sesión
con ellos. Sé que están ahí, pero no los puedo identificar. Me siento
observada. Debo comportarme como una verdadera Sumisa.
Escena 2: Los dos Amos le dicen a T. que desean someterme a
una prueba. Nos dirigimos a una habitación, acompañados de mi
Amo. Una vez allí, uno de los Amos pide que me quite los pantalones.
Luego ordena que mee en las bragas, de pie. Como la orina no sale,
recibo un bofetón. El otro Amo palpa. Comprueba que han brotado
algunas gotas. Mete los dedos mojados en mi boca. Colocada a cuatro
patas, me abren las nalgas, examinan el ano. Invitan a T. a mirar. A
continuación, un Amo me azota con una fusta. No chillo. He pasado la
prueba. Quedamos para el día siguiente.
Escena 3: Las Sumisas de los dos Amos me preparan para la
sesión. Baño, masajes en todo el cuerpo, especialmente en el coñito.
Observan mis enormes labios vaginales y ríen. Tumbada en una
camilla, me rasuran el coño. Una de las Sumisas se sienta en mi cara:
se lo chupo. Después me visten y peinan a la manera tradicional
japonesa.
Escena 4: Sesión con los Amos. Se suceden distintas posiciones,
atada. Recibo una paliza. Sin piedad. Varas de bambú, fustas de
cuero. Amo (esposo) hace un gesto para detener el castigo. Un Amo
japonés lo tranquiliza. Continúan. Cuando ya no sé si estoy viva o
muerta, dan por terminada la paliza y me ofrecen sus pollas. Para
concluir, permiten que chupe la de mi Amo.
Escena 5: Me conducen a un tugurio de los barrios bajos. Los
del local saben que los Amos llevan a sus Sumisas allí a pasar esta
prueba. Tumbada en una mesa, me follan todos los clientes del bar.
Escena 6: Vamos a ver a un gran Amo. Viejo, arrugado, de unos
setenta años. Voy vestida con un hermoso kimono, sin nada debajo.
El Amo está sentado en una silla. Ordena que me abra el kimono.
Después, que me ponga a cuatro patas, mirándole. Se saca la polla.
Con un gesto, hace que me aproxime; la introduce en mi boca.
Comienzan los azotes. Atan mis manos a la silla del gran Amo. La
paliza es brutal. Lloro, chillo. En el momento álgido del castigo nos
corremos, primero el gran Amo, luego yo.
Página
63