Juan Abreu
Diosa
largamente entre vítores. Introducen varios supositorios en mi ano.
Orden de cagar. Apoyo las manos en el suelo mojado, empino el culo
y evacuo todo lo que tengo dentro. Aplausos, clamores, chillidos.
El tipejo usa, para limpiarme, el chorro de agua a presión de
una manguera.
¿Cómo me he sentido mientras ocurre todo esto?
Extremadamente excitada. Asustada, sí, atemorizada sí, culpable sí,
avergonzada sí, pero caliente. Deseo que continúe. Quiero que el
tipejo, que me produce un profundo asco al tiempo que despierta en
mí una lujuria animal, siga haciendo lo que está haciendo. Nunca
opongo la menor resistencia. Quiero más. Termino masturbándome
de cara al público. En ese punto ya no tengo la venda y puedo
contemplar sus rostros grotescos, distantes sólo unos palmos. Ríen a
carcajadas, hacen gestos obscenos, intentan tocarme, me jalean.
Llego al orgasmo siempre en ese momento.
Sumisa Laura
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