Juan Abreu
Diosa
De: [email protected]
Para: [email protected]
Enviado: Martes, diciembre 3, 2002, 22:18
Laura, tienes razón cuando dices que el bondage de pelo no
proporciona placer. No es placer, al menos no en el sentido
rudimentario del término, lo que se encuentra a esas alturas. Es algo
indescriptible que, aun a riesgo de equivocarme, definiría como
semejante a la belleza de un lago. Claro que no un lago común y
corriente. Un lago oculto, durante mucho tiempo, a la curiosidad de
los hombres. Lo que le ha permitido conservar intacta su mágica
naturaleza. Hay que ven cer montañas y barrancos, valles y
desfiladeros para llegar a él. Enfrentarse a bestias sinuosas y a
malévolos vientos. Hay que enfrentarse a uno mismo, el peor de los
contrincantes, y vencer. Hay que derrotar a la lujuria, que, armada,
convertida en pecado, espera oculta tras las rocas, y conseguir que
muestre su rostro maternal.
Un barquero, a un tiempo inhumano y humano, surca el lago.
Puede guiarte hasta al reino de los monstruos amados. Al país de las
heridas compasivas, al mundo de las sombras luminosas.
Que te acepte como pasajera o no, depende de ti.
Como bien dices, usar tu cabellera para bondage de pelo queda
en mis manos. Yo y nadie más decide lo que haré contigo cuando nos
encontremos. Pero lo que alcances depende de ti.
Yo abro puertas.
Come insectos cada vez que te plazca.
Maestro Yuko
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