Juan Abreu
Diosa
De: [email protected]
Para: [email protected]
Enviado: Sábado, noviembre 30, 2002, 16:58
Laura, no hay límites.
No temas.
Ríndete.
He leído con regocijo tu mensaje. Empiezas a vivir a tu Sumisa.
Las Sumisas son Diosas. Acepta tus instintos.
La sinceridad y la entrega son armas de tu pureza.
Lo que llamas vulgaridad son secreciones de tu inocencia.
Disfrútalas, y ganarás entereza y seguridad.
Hay un espacio que conquistar. Una vez en él, todo lo que hoy
te perturba te parecerá ridículo e indigno de atención.
Maestro Yuko disfruta llamándote adorable Laura.
Hoy, mientras me afeitaba la cabeza, pensé en el bondage de
pelo.
Por la ventana se coló una brisa que olía a cuerdas mojadas. A
rostro desencajado. ¿O fue mi imaginación? La frescura de las
baldosas en mis pies descalzos me recordó el aroma de los pinos en
el bosque que cubría la ladera de la colina, al fondo de la casa de la
infancia. El olor de los troncos sin cepillar impregnaba el ambiente.
Resina. Ámbar. La superficie de la tierra, recién removida, estaba
formada por gruesos grumos. El rocío cubría las flores y las hojas. En
el establo, un animal intentaba cubrir a su hembra. Desde donde me
hallaba oía sus berridos, y distinguía su cabeza por un agujero en las
tablas: el morro abierto, la lengua cubierta por una baba blanca.
También vino a mi mente la frescura de cierta cabellera. Sus
movimientos llovidos, su delicadeza insondable.
Guardo algunos mechones que algún día te mostraré. Y una
antigua fotografía de la dueña, convertida en obra de arte.
El bondage de pelo es una práctica exquisita que requiere
máximas habilidades y nobleza de parte del ejecutor. Añade una
dosis considerable de morbosidad al ambiente de capitulación y
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