Juan Abreu
Diosa
De: [email protected]
Para: [email protected]
Enviado: Jueves, noviembre 14, 2002, 22:30
Maestro Yuko, ¿tarántulas en salsa? He estado en Japón, pero
nunca he pedido en un restaurante cigarras fritas. ¡Y no creo que lo
haga! Los insectos me causan una profunda repulsión. Basta que
descubra una cucaracha en casa, u hormigas, para que llame al
fumigador. Comerlos es algo que está más allá de mis posibilidades.
Sin embargo, he encontrado su mensaje cautivador. Es su voz. Tiene
un poder hipnótico sobre mí.
Y hay frases en su mensaje que me han provocado un delicioso
estremecimiento.
Mi respuesta a su pregunta es afirmativa: sí, lo permito. Puede
extraer sangre de mi alma y miel de mi sexo.
Buscaré el Hagakure y lo leeré sin demora.
Me avergüenza decirlo, pero la perspectiva de que sus manos
me doblen como un tallo de bambú, «hasta tocar el fondo», resulta
muy atractiva.
Pienso mucho en usted, Maestro.
Lo evoco tendido, contemplando los juegos de la luz sobre las
baldosas. Haciendo planes que me incluyen a mí. Imagino sus manos
poderosas. Su rostro, que intuyo severo, en cierta manera... bárbaro.
Fantaseo que estoy a sus pies, aguardando...
Bueno, lo cierto es que apenas puedo apartarlo de mi mente.
Que hable con usted como si hablara conmigo misma... abrirme
de una manera descarnada y vulnerable...
¿Es eso lo que desea?
Lo intento. Pero todavía no lo consigo.
Maestro, estas cartas siempre son mucho más largas. Pero
corto y corto antes de decidirme a enviarlas.
¿Me atreveré?
Me atrevo.
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