Literatura BDSM Diosa ( Juan Abreu ) | Page 24

Juan Abreu Diosa De: [email protected] Para: [email protected] Enviado: Martes, noviembre 5, 2002, 23:45 Laura, soy un anciano Maestro (Amo de Amos) japonés; vivo en Barcelona desde hace muchos años. Vine por motivos de trabajo y me fui quedando, embrujado por la ciudad. Algunos lugares son como esos amigos que, sin que sepamos bien las causas, se vuelven imprescindibles. Barcelona se mete en tu alma como un amor juvenil. También es una urbe tolerante, y aquí, siendo discreto y considerado, se puede vivir, en el sentido más profundo del término, sin que te incordien demasiado. Los catalanes son como insectos (mi especie preferida) laboriosos, respetuosos de la intimidad ajena y no hacen mucho ruido. ¿Qué más puede pedirse a nuestros congéneres? Aunque apenas practico, salvo muy de vez en cuando en alguna reunión de amigos, tu mensaje ha despertado mi interés. ¿Por qué? No lo sé con certeza. Quizás el hecho de que disfrutes estando atada. Que lo menciones como algo importante. Cierta ingenuidad. La palabra inteligente. Definitivamente, la palabra libre. O será que añoro más de lo que pensaba el dolor conexo a toda creación. Me considero un artista del bondage, una práctica nacida en monasterios medievales japoneses como una forma de conjugar estética y meditación. El bondage es como un jardín en cuyo centro hay una roca: la roca es el alma de la sometida. Un jardín que, bien cuidado, alcanza cotas de belleza asombrosas, pero que puede arruinarse al menor descuido. También se utilizó el bondage, en el pasado, para castigar a criminales. El color de las cuerdas usadas indicaba la gravedad de su falta. A veces, se les colgaba hasta la muerte en la vía pública, a modo de escarmiento. Veo el bondage como una forma de devoción. Como un camino. Página 24