Literatura BDSM Diosa ( Juan Abreu ) | Page 13

Juan Abreu Diosa haciendo de esa palabra. Extrañamente, llegado el momento, encontraba más tolerable referirme a mí misma en términos de perra o cerda. Puta es una palabra a la que los machos (nótese que no digo los hombres) han revestido de un poder incalculable. Una palabra ancestral cargada de resonancias terribles. Puta. ¿En cuántas, innumerables ocasiones esa palabra significó y sigue significando el peor de los insultos, el más oprobioso de los epítetos que puede dedicarse a una mujer? Es francamente estúpido. Les advierto que esta correspondencia puede resultar ofensiva para espíritus timoratos, también lo fue para mí en algún momento; hasta que comprendí que nada que nazca del deseo de conocerme disminuye; por el contrario, enriquece. Se trata de un intercambio, como verán, que con frecuencia adquiere tintes difíciles de asimilar. Para contestar los maravillosos mensajes de mi Maestro tuve, en principio, que asumir la idea de que se trataba de un juego perverso, depravado, extraño y humillante, pero un juego a fin de cuentas. Considerar que podía abandonar el juego en el momento que estimara pertinente, me ayudó a continuar. Sin embargo, desde el primer mensaje de Maestro Yuko tuve la sensación de que era receptora de un inestimable regalo. El juego, poco a poco, se fue haciendo «real», fue encontrando eco en mi ser, en mi espíritu y mis vísceras. Los meses que duró esta experiencia los viví como en un sueño deseado y odiado a partes iguales. Nada ha sacudido ni cambiado mi vida tan profundamente como estos mensajes. Y lo que sucedió a continuación. ¿Por qué publicar esta correspondencia, por qué compartir mi aventura? Porque creo que ayudará a muchas y muchos a encontrarse a sí mismos. ¿Y no es ése el objetivo de la vida? Rodrigo me guió. Yo quería ser guiada. Si él está a mi lado, y ésta es la más tierna confesión de amor que puedo concebir hacia el hombre que amo, soy capaz de bajar sonriente al mismísimo Infierno. A lo largo de estas páginas hablo fundamentalmente de mi aventura, pero ustedes comprenderán que se trata de la aventura de ambos. De los retos, de los miedos, de las diversiones y descubrimientos, de las curiosidades y anhelos de ambos. Mi querido esposo entró más fácilmente en su papel, y me animó a lo largo de la travesía, pero en ocasiones yo daba un gran salto adelante y él dudaba, y tuve que llevarlo a remolque, hasta que volvía a disfrutar del juego. ¿Juego? Sí, juego. Página 13