Juan Abreu
Diosa
humilladas. Habrá momentos en que las dudas nos asaltarán como
fieras rabiosas, en que estaremos a punto de rompernos y mandarlo
todo a la mierda y regresar a toda prisa a la seguridad de lo conocido.
Sin embargo, les recomiendo perseverar, como hice yo.
La recompensa merece la pena.
Algunos pasajes de esta historia parecerán brutales. Lo son. Los
rituales del sexo suelen serlo. El sexo es un territorio regido por la
violencia y el abandono de las reglas. Pero en esa violencia suele
habitar una indescifrable ternura. Muchos pensarán en términos de
perversidad y depravación; yo respondo que donde hay amor,
aprendizaje, superación y autenticidad, no hay suciedad ni pecado.
No tengo nada de que avergonzarme.
A los que vean en lo que describo un mero ejercicio de
exhibicionismo, les recomiendo aproximarse a este relato como a una
curiosa pieza antropológica.
El lenguaje en que han sido escritos los mensajes es crudo y, en
ocasiones, vulgar. Pero honesto. También están llenos de pasión,
sinceridad y (los de mi Maestro) de poesía. Era evidente que las
palabras desempeñaban un papel importante en sus planes. Maestro
me ha enseñado que las imágenes y descripciones que emanan de
una situación pueden ser más reales que la situación misma.
Cuando tuve que hablar de cosas muy personales, traté de
utilizar el lenguaje de los amantes en la extrema intimidad. Y, sobre
todo, intenté decir lo que sentía, lo que imaginaba, lo que deseaba,
de la manera más clara y directa posible.
Cierto vocabulario, que se me resistía, que tuve que obligarme
a emplear, era parte fundamental del entrenamiento. Resultaba
esencial para situarme en la esfera de mi interlocutor. Al escribir,
tenía la sensación de convertirme en otra persona. Durante semanas,
fue imposible para mí conciliar a la mujer que se esforzaba en
redactar aquellos desinhibidos mensajes y obedecía las órdenes de
un desconocido, con la ejecutiva enfundada en un elegante traje de
Armani que negociaba contratos con un proveedor o tomaba
decisiones que afectarían al futuro de su empresa.
Concilié ambos seres gracias a la sabiduría de mi Maestro.
El mensaje con el que comenzó todo fue el más difícil.
La correspondencia constituyó un proceso arduo.
La palabra puta representó un obstáculo casi insalvable.
Por supuesto, como a la mayoría de las mujeres, haciendo el
amor me han llamado puta en diversas ocasiones. Pero es muy
diferente ese juego fugaz y esporádico que el uso que terminé
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