Juan Abreu
Diosa
satisfacción de saber que nuestra vida ha valido la pena, ha tenido
sentido, pasan a través del grado de curiosidad y de coraje a la hora
de enfrentar nuestros demonios (aunque yo prefiero catalogarlos de
ángeles) sexuales. Las puertas de la libertad son puertas sexuales.
Los caminos que nos aguardan más allá a veces son tortuosos, pero si
tenemos el valor de no claudicar, de no regresar a la seguridad de lo
ya alcanzado, de lo conocido, si nos atrevemos a seguir mirando
nuestro propio rostro al final de la tormenta, encontraremos nuevas
virtudes, nuevas libertades.
Nuevas dichas. Nuevas formas de generosidad, de bondad. Y
descubriremos que la libertad usada es sosiego y sabiduría. Y fuerza.
En el fondo, todo en la vida tiene que ver con la cantidad de
libertad que somos capaces de tolerar.
¿Qué es la libertad?
Esa pregunta ha venido intrigando y martirizando a los seres
humanos desde el principio de los tiempos.
Quizás sea un camino sin final, un medio para enfrentarnos a
nosotros mismos. Una manera de escuchar nuestra voz como si fuera
la voz de otro.
¿Qué es la libertad?
No sé si existe una respuesta a esa tremenda pregunta.
Pero gracias a ella, yo he sido Diosa.
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