American School of Asuncion Travesía 2017 - versión final | Page 47
cedente de que las voces del pueblo deben ser escuchadas y
tomadas en cuenta- es la base de la democracia.
La Revolución Comunera inició como un conflicto de in-
terés contra el gobernador de ese tiempo, Diego de los Reyes
de Balmaceda. Por su posición de gobernador, Reyes de Bal-
maceda vivía su vida bajo el Impedimento de Vecindad, una
ley que impedía que éste se relacione de alguna manera con
los naturales del lugar. El gobernador iba contra esta ley ya
que, por su esposa, estaba emparentado políticamente con
los misioneros jesuitas. Es necesario especificar, además, que
los jesuitas tenían un cierto enfrentamiento con los asun-
cenos, ya que estos necesitaban de sirvientes indígenas y
los jesuitas estaban terminantemente en contra de que los
indígenas sean abusados. El problema mayor surge entonces
cuando capturan a los indios payaguá para servir a los asun-
cenos, pero Reyes de Balmaceda los entrega a los jesuitas;
esto lanzó a los asuncenos a una ira tremenda contra el go-
bernador y contra los jesuitas. Se inicia una profusa inves-
tigación, y sobre todo una misión, para expulsar a Reyes de
Balmaceda y remover a los jesuitas de su estatus social alto.
Los asuncenos envían una carta a la Audiencia de Char-
cas, quienes estaban a cargo de lidiar con todas las quejas
de las provincias y ciudades del imperio Español. La Audien-
cia envía entonces a José de Antequera y Castro como juez
pesquisidor a investigar las acciones de Reyes de Balmaceda.
Al final, Antequera toma el lado de los asuncenos, destitu-
ye a Balmaceda y se queda como gobernador. Sin embar-
go, Reyes de Balmaceda huye a Buenos Aires a hablar con
Mauricio de Zabala, Gobernador del Río de la Plata. Al final
de todo, la Revolución Comunera termina con los comunes
silenciados, el puerto fue cerrado y la revolución se disipó.
A pesar de no ser una victoria, la Revolución Comunera
tuvo mucho impacto en el Paraguay. Por un lado, fue la
principal inspiración para la Revolución de Mayo- se em-
pezaron a dar cuenta de que no debían acatar todo lo que
decía el rey, que el rey estaba para servirles, no ellos al rey.
Todo esto ocurrió por tres simples ideas que explicó José de
Antequera y Castro a Fernando de Mompox cuando se co-
nocieron en una cárcel en Lima- y fueron así mismo ideas
que se propagaron por la colonia y son parte de los princi-
pios de la sociedad hasta hoy en día. En primer lugar, Mom-
pox decía que la voluntad del común no reconoce superior,
lo cual aún podemos ver en nuestra sociedad de hoy día.
Cuando una persona, de cualquier estatus, desea cambiar
algo en Paraguay es libre de manifestarse hasta conseguir lo
que quiere; su voluntad no reconoce superior en el sentido
de que el gobierno no puede elegir qué hacer sin que las
personas estén de acuerdo. El gobierno no puede movilizar-
se, porque es el pueblo quien debe decidir. Decía además
que si el común no estaba de acuerdo con la voluntad su-
perior, podía resistirse a obedecer. Tan solo hace un año se
pudo ver un claro ejemplo de esta doctrina con el suceso en
la UNA, previamente mencionado. Al darse cuenta de que
no funcionaba la facultad acorde a sus pautas, y, por sobre
todo, que no estaban de acuerdo con lo que el rector estaba
haciendo, se movilizaron y cumplieron su propósito de hacer
de su facultad un lugar más justo.
Otra ideología clave de la revolución es que la soberanía
debe estar repartida entre todos, y no debe recaer en una
persona, ya que todos son iguales por naturaleza. Aunque
tenemos una persona a cargo de todo el país, esta persona
nunca tiene el poder absoluto; ese poder descansa en las
manos del pueblo. Cuando el pueblo no se siente cómodo
con las decisiones de los superiores, se levanta, y estas accio-
nes por lo general cambian; la voluntad del pueblo siempre
es superior, y todos son iguales.
La defensa de la libertad y del bien común en el Para-
guay es común; el pueblo se manifiesta por lo que espera
cambiar. Estos pueden ser cambios menores o mayores, pero
se manifiesta porque sabe que su palabra tiene relevancia.
Toda esta cultura de las manifestaciones y protestas cívicas
nos vienen como herencia de la Revolución Comunera, un
movimiento que, a pesar de no tener éxito, marcó el cami-
no para todas las generaciones siguientes; hizo la