American School of Asuncion Travesía 2017 - versión final | Page 21
Mentiría si dijera que yo, Antonia Acosta, me arre-
pentí de haberme presentado esa tarde en la oficina
del vicepresidente Sánchez, para reclamar nuestro
puesto en la guerra; pues aunque éramos mujeres y
del sexo “débil” sabíamos que si no apoyábamos a la
defensa contra el invasor, ellos, al derrotar a nuestro
ejército serían implacable con nosotras. Por lo tanto
era preferible morir luchando que caer víctimas de los
brasileños y argentinos. Con el tiempo, lo sucedido en
Piribebuy me daría la razón pues el enemigo entró con
odio y crueldad a saquear, violar, quemar y matar en
la ciudad.
La tarde en Santa Rosa pasó lenta, cada hombre,
mujer y niño estaba silencioso. La única idea que me-
rodeaba en la cabeza de los guerreros era que esa no-
che podría ser la última de sus vidas.
Al fin llegó el momento del combate, la tensión
crecía pero ninguno temía morir, o por lo menos lo
ocultaban muy bien. Me sorprendí al ver que ninguno
de los niños lloraba, eso es lo que hace al Paraguay
una nación grande, la voluntad de aquellos que están
dispuestos a dar su vida por esta tierra de fuego, va-
lentía y sobre todo esperanza; la que los vio nacer al
igual que morir.
Sabía que en pocos minutos estaríamos rodeados
por soldados brasileños, sabía que el enemigo jamás
mostraría miedo, y menos piedad. Así fue que una a
una fueron apareciendo banderas enemigas, a lo lejos
podía divisarse que tenían mejor artillería, caballos y
que incluso nos triplicaban en números, pero nada
parecía más fuerte que el corazón de los que ahí es-
tábamos.
Ahora sé porqué el Cnel. Francisco Martínez dijo
que las mujeres debían ocultarse, pues él sabía de la
crueldad del enemigo.
Solo diré que la mitad de los hombres atravesaron
formados la fuerza enemiga, y ahí fue cuando todo
se derrumbó.
Después de una larga batalla presentada por los
paraguayos y presenciada hasta el último minuto por
las mujeres, nuestras fuerzas habían sido derrotadas,
y se podía escuchar el grito de victoria de los aliados
enemigos.
Recordé entonces, en ese momento que todavía
quedaba la mejor fuerza de nuestro país, nosotras, las
mujeres.
Y comenzó el himno….
“Marchemos, marchemos
volando a la lid
y toda aregueña
empuñe el fusil.
Que agite sus olas Ypacaraí
y toda aregueña
empuñe el fusil. “
Ese fue el himno entonado por Agustina Delgado
y muchas más. Bastó un segundo para que se encen-
diera el alma de las paraguayas y reavivara el rugi-
do oculto del león guaraní. Poco después, ella caería
muerta en el campo de batalla, víctima del sablazo
enemigo. Y así fue que las mujeres con impresionante
fuerza, con lágrimas en los ojos y con un dolor incon-
tenible por la pérdida de sus esposos e hijos tomaron
los fusiles esa noche del 3 de Agosto. Ninguna de no-
sotras mostró miedo ni suplicó piedad. Pues así dicta
el lema de nuestro Mariscal.
¡Vencer o morir!
B ibliografía
- http :// www . elhistoriador . com . ar / articulos / organizacion _ nacional / guerra _ de _ la _ triple _ alianza . php
- K ostianovsky , O linda M assare . "L a mujer paraguaya - su participación en la guerra grande ." P ortal G uarani . N icolas D ario L attauorette , 2012.
W eb . 19 A ug . 2016.
Travesía • revista estudiantil
21