ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 3 | Page 68

FICCIÓN JORDI LUQUE SANZ Lieberman es el tercero de cuatro cuentos de temática gastronómica basados en otros tantos grandes relatos de la literatura corta. En esta ocasión el autor elige “Sensini”, de Roberto Bolaño, e intenta complementar el original con el punto de vista de la protagonista femenina, Miranda. Lieberman L JORDI LUQUE SANZ a forma en que se desarrolló mi amistad con Lieberman sin duda se escapa de lo corriente. En aquella época yo tenía poco dinero y viajaba haciendo autostop acompañada de Sebastián, un argentino que conocí atravesando Italia de Sur a Norte; no tiene demasiado mérito hacerlo de Este a Oeste, o viceversa. Viajaba con Sebastián y aunque yo sabía que nuestra relación no llegaría demasiado lejos me dejaba querer y, sobre todo, permitía que me acompañase porque me hacía reír. Así, una mañana llegamos a Girona y, después de pasar todo el día recorriendo las callejuelas de la ciudad llamé a la única persona que conocía allí, a Lieberman, con quien en realidad jamás me había encontrado ni cruzado palabra. Mi padre mantuvo con él una relación epistolar bastante prolongada antes de volver a Argentina en busca de mi hermanastro y morir, tremendamente enfermo. Lieberman también era escritor y, como mi padre, durante un tiempo se había buscado la vida participando en concursos literarios organizados por municipios o la Renfe. Todo lo que sabía de él es que durante unos años, aquellos duros años de exilio en los que mi padre ape- nas tenía para llegar a final de mes y pagar el alquiler del raquítico piso en el que vivíamos, Lieberman había arrancado unas carcajadas a mi viejo. Cuando eso sucedía, él nos leía sus cartas y subrayaba, alzando la voz o con un brillo en su mirada, alguna frase que le parecía ingeniosa. En una ocasión Lieberman preguntó por mi madre y por mí . Mi padre nos sacó una fotografía en el Retiro y se la mandó. Al cabo de muchas semanas Lieberman le devolvió unas instantáneas tomadas en un fotomatón en las que aparecía un tipo flaco, con el pelo rizado y mirada sonámbula. Podía ser un escritor, un poeta flaco, un vagabundo pulcro o simplemente un individuo que se dedicaba a probar fotomatones. Quizá fuera todo aquello al mismo tiempo. Llamé a su puerta, Sebastián a mi espalda, y abrió un hombre agitado. Un hombre con el pelo largo por encima de una camiseta. Se detuvo un segundo, tratando de recordar algo que hubiera aprendido muchos años antes, el teléfono de un viejo amor o las tablas de multiplicar, y al poco pronunció mi nombre. Nos hizo pasar, nos invitó a cenar y aquella noche dormimos en su casa. Inspeccioné la casa mientras ellos cocinaban. Sólo en dos habitaciones encontré