ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 2 | Page 117
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gro de convertirte en una tendencia efímera
más, en algo de moda dos días y que te olviden como a un triste cronut duro al tercero.
La cerveza artesana no quiere eso. Viene para quedarse. Para siempre.
¿Pero qué es la cerveza artesana? La definición es compleja en sí misma. ¿Cerveza producida en microcerveceras caseras? ¿Cerveza en la que sólo se utilizan los ingredientes
que se tienen que utilizar, sin ningún tipo de
aditivo? ¿Cerveza que es producida en cantidades mínimas en comparación con las industriales que mueven miles de litros al día?
¿Cerveza que no se somete a un filtrado? Los
profesionales empiezan a buscar una solución al complejo debate conceptual. Ahora,
hablan de cerveza de calidad directamente.
Porque se comparan con la cerveza industrial, que evidentemente, y no se rasguen las
vestiduras en plan sentimental, no lo es si
seguimos un estándar comparativo. La cerveza industrial tendrá muchas cosas buenas
y seguro que todos tenemos un buen recuerdo de juventud sobre ella e incluso de ayer
mismo, pero no es cerveza de alta calidad.
Al menos en general. Las grandes marcas
que producen billones de litros del líquido
dorado se preocupan mucho más por otros
detalles que por hacer una buena cerveza.
Algo barato y de consumo rápido. Y sobre
todo frío, para que no se note tanto lo mala que puede llegar a ser en cuanto sale de la
nevera o no se sirve en una jarra helada. ¿No
ligan mentalmente cerveza y frio? La cerveza de calidad no tiene que estar tan fría, por
una simple razón: porque tiene sabor y se
LA CERVEZA ARTESANA NO ES
EN SI MISMA BUENA, AL IGUAL
QUE NO ES MALA PER SE LA
INDUSTRIAL
debe apreciar. Esa es la gran diferencia entre
la cerveza de calidad artesana y la industrial:
el sabor. Sin olvidar el color. Una amplísima
gama de colores desde el amarillo pálido de
las cervezas de trigo, al negro oscurísimo de
las stouts con sabor a café o chocolate, pasando por rubias, cobrizas, rojas, negras e
incluso rosas. Sí, incluso rosas, porque la artesanía es arriesgada y juega con ingredientes y técnicas que dejarían a Ferran Adrià
como un simple pinche de cocina. Y sin jugar con químicas ni aditivos, ingredientes
comme il faut.
No quiere decir esto que la cerveza artesana sea en si misma buena, al igual que no es
mala per se la industrial. No hay dogma posible. El problema es que la escena cervecera
actual está dominada por una cerveza de baja calidad que no se ha preocupado más que
superficialmente en mejorar lo que ofrece
ante el avance inevitable de la artesana. Pero
defender la revolución artesana no nos hace