Military Review Edición Hispano-americana Enero-Febrero 2014 | Page 89
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creencias del Ejército, entonces rápidamente nos
encontraremos incapaces de aceptar o habilitar
a los que niegan, denigran o desmoralizan a sus
compañeros soldados. Sentiremos el deber (y con
mucho gusto) de hablar contra la intolerancia
y el odio siempre que se murmure o derrame.
Y ciertamente evitaremos, incluso encarcelaremos, de ser necesario, a los que traicionan a un
camarada, en primer lugar a través de acoso o
violencia y tomaremos las medidas necesarias
para expulsarlos del servicio.
Según lo dicho por Albert Einstein: El mundo
es peligroso no porque hay gente mala, sino por
los que no hacen nada al respecto. Más a menudo
de lo que se piensa, la gente mala manifiesta su
depravación al localizar y adquirir el blanco y
atacar a los demás, generalmente una minoría o
minorías. Esto alimenta su ego y su búsqueda de
poder. Casi la única y mejor manera de eliminar
este combustible es borrarando la diferencia o la
alteridad. Ciertamente, es utópico y muy difícil
de lograr, pero no imposible. Definitivamente es
más fácil si el enemigo es obvio, definible, algo que
todos pueden señalar y decir, “Malo, incorrecto,
detente, o te hará detener”. Es mucho más difícil
cuando el prejuicio, intolerancia o formas sutiles
de acoso por parte del enemigo, es más tácito,
turbio y difuso.
Años atrás, un jefe expresó un precepto común
del liderazgo que podría personalizarse como
“fideicomiso de crédito”. Lo llamó su directriz
principal. En la misma se estipula lo siguiente:
“Presumo que usted es bueno, decente y desea
hacer lo correcto y noble y, le concederé la confianza bajo esa presunción hasta tanto pruebe lo
contrario”. Como cualquier precepto del Carácter
distintivo del guerrero, jamás abandonar a un
compañero caído, no debe ser simplemente una
obligación forzosa sino una elección deliberada,
fruto de la visión de que, en primer lugar, cada
compañero soldado es una camarada por igual.
El informar (educar) e influenciar
El superar los prejuicios, la intolerancia, la mala
conducta y la violencia dirigida contra compañeros soldados, es una forma de contrainsurgencia,
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algo en lo que nos hemos convertido expertos en
la última década. Nuestra experiencia en Irak y
Afganistán, entre otros lugares, nos ha enseñado
cuán poderoso puede ser informar e influir en el
logro de los objetivos de la misión. Estas tareas en
tándem, ahora son fundamentales para el liderazgo
bajo la estructura del mando tipo misión y deben
usarse rápida y concienzudamente en la lucha
contra la intolerancia.
Sin embargo, el cambio que se defiende no puede
ser ordenado, confiscado o coaccionado. Según
lo indicado anteriormente, educar, entrenar e
influenciar las percepciones y comportamientos
inclusivos y acogedores entre la fuerza deben
tornarse menos reactivos, prescriptivo y de arriba
abajo. Los comandantes marcaron la pauta y nada
es más importante. Deben ser responsables de crear
entornos que están centrados en la misión pero
jamás a costa de cualquier individuo o subgrupo.
¿Será expresado el desafío por dos individuos
entrevistados para el artículo del New York Times
titulado “¿Negro? ¿Blanco? ¿Asiático? La mayoría
de los jóvenes estadounidenses eligieron todo
lo anterior”: “No quiero una sociedad daltónica
en absoluto,” dijo la Sra. Wo